Fobia

Fobia.
Como el estrés, cualquier fobia es una respuesta emocional que no tiene sentido por sí misma. No tiene sentido desde un punto de vista lógico sentir miedo al subir a un ascensor o un avión. Una pequeña araña, los pájaros, el polvo de los muebles no tienen tanta importancia para nuestra vida como para, por si mismos, desencadenar una respuesta de miedo, odio o asco.
Todas las fobias en realidad son un mecanismo de evitación. Empiezan el día menos pensado y toman relevancia en nuestras vidas hasta el punto en que algo que no tenía trascendencia pasa de ser evitado a ser odiado/temido limitando nuestra vida de un modo pueril y absurdo.
Cuando lo que empezó por un sencillo sistema de evitación termina limitándonos la vida es el momento de acudir a la ayuda de un profesional que en unas sesiones te ayuda a perder esa sensibilidad extrema de un modo sistemático para que ningún pensamiento sin sentido te corte las alas.
Fobia Social
A casi todo el mundo le resulta desagradable verse envuelto entre una multitud de personas sobre todo si estas personas son desconocidas o no tenemos su confianza. El entorno social obliga a comportarse de una determinada manera. Todos los seres humanos en cualquier cultura se ven obligados de un modo u otro a comportarse según las reglas de convivencia acordadas en dicho entorno social. Así pues, en el trabajo, por ejemplo, se espera que nos comportemos de una manera determinada por las reglas escritas o tácitas que se nos han dado, en un entorno social no podemos decir o hacer cosas inconvenientes al grupo si pretendemos ser aceptados. Una persona que pretenda ser incluida por su entorno social debe vigilar sus palabras para no decir algo inconveniente si quiere evitar el juicio negativo de los otros. Por esto, algunas personas encontrarán incomodo, desagradable y, llevado al extremo, aversivo estar en presencia de personas conocidas o extrañas pues esta compañía social limita o coarta su libertad individual.
Aislarse es una manera de quitarse de encima la presión social que ejercen los otros y la única manera segura de poder “ser uno mismo” escapando al juicio ajeno. Nadie es más libre que en la soledad de su propia casa. Aislados del mundo podemos pensar y sobre todo comportarnos del modo más libérrimo.
Pero el gusto por defender la libertad de movimientos que la soledad voluntaria nos alcanza a veces resulta pernicioso cuando, generalizada a todos los contextos, las ansias de soledad y libertad terminan por convertirnos en rehén de nuestro propio secuestro y nos resulta casi imposible compartir la existencia con otras personas.
Lo que realmente nos conduce al aislamiento por fobia social no es otra cosa que el deseo, ya generalizado a todas las situaciones, de EVITAR cualquier situación social en la que nos sintamos incómodos. Este deseo de evitar situaciones o estímulos aversivos o desagradables hasta el punto de limitar severamente la propia vida es el inicio de todas las fobias.
Ansiedad social
La ansiedad es la respuesta emocional que una persona siente ante una situación desagradable. Así, cualquier persona intentará zafarse de la presión que el entorno social ejerce sobre ella con las herramientas que tenga a su disposición bien sean la evitación o el escape. Sentirse incomodo en un entorno social ya sea un tren cargado de pasajeros, una calle repleta de gente o una comida con compañeros de trabajo o amigos es absolutamente normal. Intentar evitar o escaparse de ese tipo de situaciones que provocan ansiedad también lo es. El problema viene cuando por evitar estas situaciones nos perdemos un viaje deseado, no podemos deambular por una calle con total libertad o nos privamos a nosotros mismos de la experiencia que disfrutaríamos si fuéramos capaces de soportar cierto displacer o de controlar los deseos de evitar cualquier experiencia que nos resulta desagradable.
Fobia a las palabras largas
Este tipo de fobia es un ejemplo de evitación que carece de sentido pero que acaba convirtiéndose en una limitación absurda a quien la parece. Aunque pudiera parecer lo contrario esta fobia es muy común en muchas personas que experimentan una aversión importante a tener que usar palabras largas en su discurso verbal o escrito. A simple vista puede parecer una costumbre sin importancia que puede pasar desapercibida a quien la padece y a su entorno, de hecho, mucha gente tiene fobias que no son conscientes o que ni siquiera a caído en la cuenta que las tiene como el supersticioso a veces no es consciente de que lo es y simplemente evita cruzarse con un gato negro. ¿Qué necesidad hay de emplear palabras largas si puedo evitarlas porque no me gustan? Ninguna. Pero la pregunta es ¿Qué pasa cuando la lista de acciones que tiendo a evitar es demasiado larga? Puede que esta fobia a las palabras largas no tenga importancia, de hecho, no trastorna el curso normal de nuestra vida, pero sirva de ejemplo de que una fobia puede no tener importancia, pero cuando se suma a otros cientos de fobias sin importancia indican que el paciente presenta un patrón de evitación a estímulos aversivos que cuando se suman pueden ya ser una muestra de que algo no funciona bien.
Tipos de fobias
Agorafobia
Las personas que sufren agorafobia intentan evitar a toda costa las situaciones en espacios abiertos donde se sienten incapacitados para pedir ayuda si como temen les sobreviene un ataque de ansiedad o de pánico. Como adelantamos antes, en el patrón de una persona que siente pavor a quedarse sólo en un lugar público aparecerán conductas evitativas que un día se iniciaron como mera alternativa a una situación desagradable y que a día de hoy apenas le permiten salir de casa porque en la seguridad de su ambiente de confort donde únicamente sienten la serenidad que buscan. Es un trastorno muy limitante porque apenas da opción a mantener una vida normal.
Claustrofobia
Con el mismo patrón evitativo, pero con la conducta contraria un paciente claustrofóbico intentará por todos medios no quedarse “encerrado” en un espacio sin salida al exterior porque el estímulo de la ausencia de vías de escape a su ataque de pánico generará automáticamente la respuesta de escape. La evitación le llevará a no poder subir a un ascensor ni hacer un viaje en tren o en avión pues sentirán que ante la inminencia de un ataque de pánico no pueden pedirle al piloto que pare para bajarse.
Hipocondría.
Es la fobia más común en nuestros días. A menudo llegan a mi consulta personas que tras haber sido sometidas a todas las pruebas posibles en diversos centros de salud, recomendadas por su médico, buscan ayuda para dejar de perseguir enfermedades como el cáncer que quieren evitar. En la era de la información donde cualquiera puede consultar los síntomas que tiene o que cree tener buscando la explicación a sus miedos a caer enfermo en internet la sobreinformación puede convertirse en un arma peligrosa. Porque ¿quién no quiere evitar una enfermedad si puede hacerlo? Más vale prevenir que curar, pero el exceso de prevención también puede convertirse en una enfermedad mental. Todos somos un poco hipocondríacos, pero aquellos que ven su vida afectada por el miedo a caer enfermos terminan limitandola seriamente.
Cronofobia
Uno de los casos más llamativos que resolví desde que me dedico a la atención psicológica fue el de una chica que apenas podía salir a la calle cuando llovía o simplemente miraba al cielo y amenazaba tormenta. Fue especialmente difícil porque no podíamos controlar la lluvia y en el sureste de España suele ser escasa. Su vida era absolutamente normal y no mostraba sintomatología alguna hasta que veía el cielo gris o advertía las primeras gotas de lluvia. La intervención en este caso se centró más en el plano cognitivo que en el conductual debido a las dificultades para administrar la exposición en una desensibilización sistemática pero el trabajo tuvo sus frutos cuando ella aprendió a exponerse y a no intentar evitar algo que a priori parecería una molestia sin más pero ella había convertido en un sufrimiento incomprensible.
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